Cuando no existía el ppv ni cualquer plataforma de televisión donde ver todos los partidos de tu equipo, la radio era el único medio de seguir los partidos. Muchas generaciones hemos crecido enganchados a estos aparatos. Teníamos nuestras emisoras favoritas, nuestros narradores preferidos. Incorporábamos a nuestro cerebro las voces de cada narrador y, cuando cantaba un gol, antes de decir el equipo ya sabíamos si era nuestro o del contrario.
Ahora andan en pie de guerra porque les quieren cobrar por acceder a los estadios. A mí me gustaría que entraran porque ese sonido forma parte de mi infancia y juventud. He crecido con ellas. He querido mucho a algunos narradores, he despreciado a otros y he dejado de escuchar a alguno que otro porque lo relacionaba con una derrota dramática del Madrid.
No me gusta que tengan que pagar, pero reconozco que no entiendo por qué tienen que ser ellas las únicas que se libren de este fútbol negocio, las únicas que entran en un campo de fútbol y hacen negocio con él sin necesidad de pasar por caja.
Hace mucho que a los aficionados nos ponen las entradas a precios vergonzosos (ver al Madrid fuera de casa no te cuesta menos de 60 euros), que nos avisan con solo diez días de antelación del horario de un partido, que nos convocan lo mismo a las diez de la noche del sábado, del domingo o un lunes después de cenar...
¿Por qué tenemos que ser nosotros los únicos paganinis de todo esto? ¿Cuántas veces han denunciado las radios los atracos y desprecios que hemos sufrido los aficionados? Formáis parte de mi vida, pero lo siento por vosotras, si tenéis que apoquinar, lo hacéis como lo hacen todos.
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